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A cuántos nos ha tocado estar con algún amigo, conocido o compañero de trabajo que lo único que hace es quejarse o hablar de lo mal que le va, a tal punto que ya nadie le dice ¿qué tal? Pues siempre nos impacta con una calamidad o una frase negativa.
El foco de este escrito es darnos cuenta de cómo impactamos los entornos donde nos desenvolvemos simplemente con nuestra actitud. Si emprendemos el día con una actitud negativa es hasta una falta de respeto por quienes están disfrutando sus tareas diarias de una manera tranquila y con ánimos. Obviamente, no siempre vamos a estar en óptimas condiciones, pero hay que darse cuenta de que lo negativo se pasa, por lo que es mejor pasar alegría y optimismo.
Estaba en un seminario y justo atrás de mí estaba una chica con una actitud no muy positiva. Como en todo evento, muchas cosas pueden pasar y, en efecto, hubo un bajón de luz y la persona que les comento se quejó. Después pusieron un vídeo y no se escuchaba el sonido. Ella se volvió a quejar, quería voltear y ponerle cara a la “señora queja”. Y lo hice. Era una señorita con un look muy profesional, muy arreglada, poniendo atención, pero quejándose de todo. De nada sirve la pinta si su actitud decía “soy negativa”.
Volvamos a las normas de convivencia. Si algo le molesta, si hay algo que expresar, hágalo, pero con prudencia y mucho respeto, sin llegar a ofender a alguien más con frases negativas o de mal gusto.
Si se considera una persona negativa es hora de hacer un autoexamen y evaluar el porqué de esa actitud. Las respuestas pueden ser claves para el posible cambio.
Mi historia particular es con las personas de atención al cliente, de los call centers, a quienes les realizamos los pedidos a domicilio de comida rápida. Mi actitud era siempre pensar que algo de mi pedido llegaría mal y desde que comenzaba la llamada tenía una actitud no muy buena. En efecto, el pedido llegaba malo, tarde, frío o simplemente no llegaba. Siempre, las personas que te quieren te hacen ver lo que estás haciendo; mi esposo, muy diligente, me lo dijo, a tal punto que llegamos a la conclusión de que el haría los pedidos por teléfono.
Desde ese entonces, las confusiones son menos. El pedido llega exacto y comemos a tiempo. Esto me hizo reflexionar sobre cómo puede afectar una actitud ¡hasta por teléfono! Es definitivamente una lección. Con paciencia he ido mejorando y comprobando que “el que se enoja pierde”, como bien dice mi papá.
En el ambiente estudiantil, con familia, trabajo o amigos siempre habrá alguien con mala actitud, pero todo depende de cómo lo recibamos. Podemos convertirnos en el canal para cambiar esa actitud si no se contagia. ¡Hay que tener mucho cuidado!
El negativismo y el positivismo son dos actitudes que debemos manejar. Evitemos alimentar el negativismo en nuestra vida y esforcémonos por cultivar las cosas positivas, por respeto a nosotros mismos y por supuesto a los demás. Y como dice el Mágico, la “positivés” ¡pásala!
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